Una de las ramas de la epigenética son las normas de reacción, que relacionan la ecología y el medioambiente con la genética, describiendo la expresión fenotípica de un genotipo, esto quiere decir que nuestro genoma (ADN), va a reaccionar de manera diferente (sin que cambie su estructura) según los estímulos exteriores y nuestra manera de asimilarlos, una combinación compleja que nos hace puntualmente diferentes. Los rasgos fenotípicos, incluyen tanto rasgos físicos como conductuales, ya sea su morfología, desarrollo, propiedades bioquímicas, fisiología y comportamiento.
En la geobiología se estudian estas alteraciones conductuales, bioquímicas, etc., en relación con el habitat que nos rodea, controlándose multitud de parámetros para acercarnos a un medio neutral e incluso beneficioso para la salud de los seres vivos.
Esta manera de interactuar y modificarnos debido a las influencias externas, es la que nos ha hecho evolucionar hasta lo que somos ahora. Lo primero es que habitamos el planeta tierra y éste está influenciado por su propia composición y por las influencias astrales exteriores, (es conocida la influencia que ejerce la luna y sus estados, sobre las mareas y sobre la conducta de los seres vivos), esto no quiere decir que en luna llena o nueva nos vayamos a suicidar o que todos los perros vayan a morder, sino los que sean más propensos genéticamente y en combinación de otros estímulos exteriores, sí que pueden reaccionar excesivamente ante estos estímulos. Esto se puede comprobar en las incidencias de urgencias en hospitales y estadísticas de los días señalados.
La razón de por lo que esto es así no está muy clara. Una de las explicaciones más coherentes es la de las influencias magnéticas y gravitacionales ejercidas sobre la tierra por otros astros, incluso algunos tan alejados de nosotros como son Júpiter y Saturno, como quedó demostrado por Jerry Mitrovica, físico de la universidad de Toronto y Alessandro Forte del instituto de física del globo de París, en un artículo publicado en 1997, mediante cálculos matemáticos y simulaciones, la relación existente entre los pequeños cambios que se producían en la forma de la tierra y la rotación axial y los efectos gravitatorios de otros planetas de nuestro sistema solar, lo que provoca cambios climáticos e incluso sobre el eje de rotación de la tierra. Algunos colegas de estos científicos hablan de que es una influencia tan pequeña que no debería tener efectos sobre la vida en la tierra, pero en este caso hay que hacer una valoración acumulativa de todas estas influencias, incluidas las del sol y la luna y todas las interacciones que suceden, para darnos cuenta de que su influencia sobre la tierra y los seres vivos es más que plausible.
Es sabido que el campo magnético interplanetario que existe entre la tierra y el sol y la envoltura geomagnética de la tierra interactúan más durante los equinoccios, en gran parte debido al giro de esta sobre su eje. Esto podría ser la base del conocimiento ancestral, por la cual los lugares de poder y grandes obras arquitectónicas de la antigüedad, eran orientados según los equinoccios y así en cierta manera, poder aprovechar esa energía cósmica.
Uno de los mayores problemas que nos encontramos en la civilización actual es la de creernos el centro del universo y de que tenemos totalmente bajo control nuestra vida y su destino, obviando que somos parte del universo y por ende de la propia tierra, que tenemos una resonancia hacia nuestro entorno, que formamos parte de un sistema energético que dependen de otras fuerzas gravitatorias y geomagnéticas exógenas, como demuestran el descubrimiento de Alexander Chizhevsky y las pruebas de Halberg. Esta sería la clave para entender las resonancias que establecemos con nuestro entorno y los estímulos que de el nos llega. El neurólogo americano Allan Schore demostró la sincronicidad establecida entre las ondas celebrales de una madre y de su niño. Esta sincronicidad es tal que al cabo de un tiempo la corteza prefrontal de la madre, se habrá convertido en la corteza prefrontal del niño, según palabras del propio Schore.
Estos estudios sobre la resonancia de las ondas cerebrales realizados por investigadores de la universidad de Arizona y tomadas con encefalogramas, indicaban que nuestros cerebros se sincronizan en su frecuencia, con lo que quedan a un mismo nivel de actividad, esto no pasa sólo entre madre e hijo, sino que sucede también entre personas que realizan una misma actividad, ya sean una pareja o un grupo grande de individuos mientras están juntos, esto puede suceder durante los rezos en una iglesia, un partido de futbol, etc., y podría explicar las oleadas de odio o calma de una determinada población en momentos concretos.
Por los neurólogos es conocido el funcionamiento eléctrico del cerebro, es conocido a su vez las distintas frecuencias y los estados físicos que provocan dichas frecuencias. Las conocidas como ondas cerebrales (ondas beta, alfa, teta y delta), que van desde la meditación y sueño más profundo a niveles de alteración altos. Estas frecuencias y sus resonantes, son las que dirigen nuestra actividad física y mental y están sujetas a estímulos exógenos, la luz, los ruidos, peligro, estrés, etc., estas ondas no son sino ondas electromagnéticas de una determinada frecuencia. La luz es otra onda electromagnética a una frecuencia mucho más alta, que induce ciertas respuestas en nuestros sistemas biológicos, tanto por su presencia como por su ausencia, las redes eléctricas emiten campos electromagnéticos, las radiofrecuencias emiten ondas electromagnéticas. Estos campos y ondas electromagnéticas son percibidas por los seres vivos ya que una de las funciones del organismo es la de funcionar como una antena, para poder captar los estímulos exteriores y poder reaccionar e interaccionar con él.
La respuesta de nuestro organismos a estos campos y ondas electromagnéticas no se hace esperar y una de las reacciones más comunes es la del estrés, también la de la agresividad, debido a que ciertas frecuencias armónicas (1,8 – 2,4 GHz) provocan esa señal en el cerebro. Este peligro de las ondas electromagnéticas artificiales no es reconocido como tal y pone en peligro la calidad de la vida en la tierra.
Otro descubrimiento muy importante sobre cómo se comunican los seres vivos y sus células, es el que hizo el biofísico alemán Fritz-Albert Popp confirmando científicamente los trabajos realizados anteriormente por el científico ruso Alexander Gurvich en 1923. Dicho descubrimiento fue el de la comunicación por medio de fotones, denominados biofotones, que no sería otra cosa que información en pequeñas partículas cargadas de energía. Aquí nos describe un escenario de vida dirigida metódicamente por la luz y la información contenida, que quedaría almacenada en nuestra células. También se demuestra que cuando esa comunicación por biofotones no es la adecuada, significa que la célula está enferma y muere o incluso peor: funciona con una información incorrecta o inadecuada dando lugar a cambios en la misma (cáncer).
Esta revolucionaria información nos pone en la pista de cómo curarnos y de cómo evitar las influencias negativas para nuestra salud, que no sería otra cosa que información adulterada en estos biofotones, por ejemplo alimentos transformados genéticamente y las radiaciones ionizantes, por cuestiones obvias, radiaciones no ionizantes, como son las de baja frecuencia (red eléctrica) y las radio frecuencias y las de microondas pulsadas, ya que van a adulterar e interferir la comunicación celular vía biofotones y en la adulteración de la información contenida en ellos, los químicos ambientales, las radiaciones naturales como líneas de agua, anomalías geológicas, etc.
Si se hicieran estudios aplicando este conocimiento de comunicación celular a base de cargas energéticas con información, se sabría al instante si un medicamento homeopático está adulterado o si simplemente son bolitas de sacarosa (práctica habitual en la industria farmacéutica para acabar con este tratamiento curativo), ya que la información contenida en el tratamiento homeopático es eso, información que iría directamente a las moléculas.
Si se aplicara a los alimentos, se podría determinar (ya que esa información molecular forma parte del alimento) que alimento es sano y cual no. Se podría determinar fácilmente la calidad de los alimentos calentados en hornos microondas ya que queda destruida cualquier información contenida en el alimento o lo que es peor, habría una aberración en esa información molecular que nuestro cuerpo asumiría como propia y provocaría la enfermedad. En alimentos congelados donde queda destruida la información de los biofotones y por lo tanto se convierte en un alimento de peor calidad. Alimentos precocinados, aditivos químicos artificiales, etc., hacen que nuestra alimentación se convierta en una toxina más con la que convivimos a diario.
Otro punto importante respecto a la alimentación y a la utilización de la técnica para detectar los biofotones, sería la comparación entre alimentos producidos industrialmente, ya sea ganadería, agricultura, piscicultura, etc., y los alimentos producidos de manera biológica, así se determinaría empíricamente cuales son alimentos sanos y cuales no.
Vemos como nuestra vida viene determinada por distintas influencias, ya sean cósmicas, telúricas, factores que podemos medianamente controlar y los derivados de determinados hábitos de vida, que con la información correcta podemos cambiar sin ningún problema.
Tomado: Del blog de Sergio Hernandez Dìaz asesor en geobiologia
En la geobiología se estudian estas alteraciones conductuales, bioquímicas, etc., en relación con el habitat que nos rodea, controlándose multitud de parámetros para acercarnos a un medio neutral e incluso beneficioso para la salud de los seres vivos.
Esta manera de interactuar y modificarnos debido a las influencias externas, es la que nos ha hecho evolucionar hasta lo que somos ahora. Lo primero es que habitamos el planeta tierra y éste está influenciado por su propia composición y por las influencias astrales exteriores, (es conocida la influencia que ejerce la luna y sus estados, sobre las mareas y sobre la conducta de los seres vivos), esto no quiere decir que en luna llena o nueva nos vayamos a suicidar o que todos los perros vayan a morder, sino los que sean más propensos genéticamente y en combinación de otros estímulos exteriores, sí que pueden reaccionar excesivamente ante estos estímulos. Esto se puede comprobar en las incidencias de urgencias en hospitales y estadísticas de los días señalados.
La razón de por lo que esto es así no está muy clara. Una de las explicaciones más coherentes es la de las influencias magnéticas y gravitacionales ejercidas sobre la tierra por otros astros, incluso algunos tan alejados de nosotros como son Júpiter y Saturno, como quedó demostrado por Jerry Mitrovica, físico de la universidad de Toronto y Alessandro Forte del instituto de física del globo de París, en un artículo publicado en 1997, mediante cálculos matemáticos y simulaciones, la relación existente entre los pequeños cambios que se producían en la forma de la tierra y la rotación axial y los efectos gravitatorios de otros planetas de nuestro sistema solar, lo que provoca cambios climáticos e incluso sobre el eje de rotación de la tierra. Algunos colegas de estos científicos hablan de que es una influencia tan pequeña que no debería tener efectos sobre la vida en la tierra, pero en este caso hay que hacer una valoración acumulativa de todas estas influencias, incluidas las del sol y la luna y todas las interacciones que suceden, para darnos cuenta de que su influencia sobre la tierra y los seres vivos es más que plausible.
Cosmología y lugares de poder.
Es sabido que el campo magnético interplanetario que existe entre la tierra y el sol y la envoltura geomagnética de la tierra interactúan más durante los equinoccios, en gran parte debido al giro de esta sobre su eje. Esto podría ser la base del conocimiento ancestral, por la cual los lugares de poder y grandes obras arquitectónicas de la antigüedad, eran orientados según los equinoccios y así en cierta manera, poder aprovechar esa energía cósmica.
Uno de los mayores problemas que nos encontramos en la civilización actual es la de creernos el centro del universo y de que tenemos totalmente bajo control nuestra vida y su destino, obviando que somos parte del universo y por ende de la propia tierra, que tenemos una resonancia hacia nuestro entorno, que formamos parte de un sistema energético que dependen de otras fuerzas gravitatorias y geomagnéticas exógenas, como demuestran el descubrimiento de Alexander Chizhevsky y las pruebas de Halberg. Esta sería la clave para entender las resonancias que establecemos con nuestro entorno y los estímulos que de el nos llega. El neurólogo americano Allan Schore demostró la sincronicidad establecida entre las ondas celebrales de una madre y de su niño. Esta sincronicidad es tal que al cabo de un tiempo la corteza prefrontal de la madre, se habrá convertido en la corteza prefrontal del niño, según palabras del propio Schore.
Estos estudios sobre la resonancia de las ondas cerebrales realizados por investigadores de la universidad de Arizona y tomadas con encefalogramas, indicaban que nuestros cerebros se sincronizan en su frecuencia, con lo que quedan a un mismo nivel de actividad, esto no pasa sólo entre madre e hijo, sino que sucede también entre personas que realizan una misma actividad, ya sean una pareja o un grupo grande de individuos mientras están juntos, esto puede suceder durante los rezos en una iglesia, un partido de futbol, etc., y podría explicar las oleadas de odio o calma de una determinada población en momentos concretos.
El estímulo y la reacción.
Por los neurólogos es conocido el funcionamiento eléctrico del cerebro, es conocido a su vez las distintas frecuencias y los estados físicos que provocan dichas frecuencias. Las conocidas como ondas cerebrales (ondas beta, alfa, teta y delta), que van desde la meditación y sueño más profundo a niveles de alteración altos. Estas frecuencias y sus resonantes, son las que dirigen nuestra actividad física y mental y están sujetas a estímulos exógenos, la luz, los ruidos, peligro, estrés, etc., estas ondas no son sino ondas electromagnéticas de una determinada frecuencia. La luz es otra onda electromagnética a una frecuencia mucho más alta, que induce ciertas respuestas en nuestros sistemas biológicos, tanto por su presencia como por su ausencia, las redes eléctricas emiten campos electromagnéticos, las radiofrecuencias emiten ondas electromagnéticas. Estos campos y ondas electromagnéticas son percibidas por los seres vivos ya que una de las funciones del organismo es la de funcionar como una antena, para poder captar los estímulos exteriores y poder reaccionar e interaccionar con él.
La respuesta de nuestro organismos a estos campos y ondas electromagnéticas no se hace esperar y una de las reacciones más comunes es la del estrés, también la de la agresividad, debido a que ciertas frecuencias armónicas (1,8 – 2,4 GHz) provocan esa señal en el cerebro. Este peligro de las ondas electromagnéticas artificiales no es reconocido como tal y pone en peligro la calidad de la vida en la tierra.
Otro descubrimiento muy importante sobre cómo se comunican los seres vivos y sus células, es el que hizo el biofísico alemán Fritz-Albert Popp confirmando científicamente los trabajos realizados anteriormente por el científico ruso Alexander Gurvich en 1923. Dicho descubrimiento fue el de la comunicación por medio de fotones, denominados biofotones, que no sería otra cosa que información en pequeñas partículas cargadas de energía. Aquí nos describe un escenario de vida dirigida metódicamente por la luz y la información contenida, que quedaría almacenada en nuestra células. También se demuestra que cuando esa comunicación por biofotones no es la adecuada, significa que la célula está enferma y muere o incluso peor: funciona con una información incorrecta o inadecuada dando lugar a cambios en la misma (cáncer).
Esta revolucionaria información nos pone en la pista de cómo curarnos y de cómo evitar las influencias negativas para nuestra salud, que no sería otra cosa que información adulterada en estos biofotones, por ejemplo alimentos transformados genéticamente y las radiaciones ionizantes, por cuestiones obvias, radiaciones no ionizantes, como son las de baja frecuencia (red eléctrica) y las radio frecuencias y las de microondas pulsadas, ya que van a adulterar e interferir la comunicación celular vía biofotones y en la adulteración de la información contenida en ellos, los químicos ambientales, las radiaciones naturales como líneas de agua, anomalías geológicas, etc.
Si se hicieran estudios aplicando este conocimiento de comunicación celular a base de cargas energéticas con información, se sabría al instante si un medicamento homeopático está adulterado o si simplemente son bolitas de sacarosa (práctica habitual en la industria farmacéutica para acabar con este tratamiento curativo), ya que la información contenida en el tratamiento homeopático es eso, información que iría directamente a las moléculas.
Si se aplicara a los alimentos, se podría determinar (ya que esa información molecular forma parte del alimento) que alimento es sano y cual no. Se podría determinar fácilmente la calidad de los alimentos calentados en hornos microondas ya que queda destruida cualquier información contenida en el alimento o lo que es peor, habría una aberración en esa información molecular que nuestro cuerpo asumiría como propia y provocaría la enfermedad. En alimentos congelados donde queda destruida la información de los biofotones y por lo tanto se convierte en un alimento de peor calidad. Alimentos precocinados, aditivos químicos artificiales, etc., hacen que nuestra alimentación se convierta en una toxina más con la que convivimos a diario.
Otro punto importante respecto a la alimentación y a la utilización de la técnica para detectar los biofotones, sería la comparación entre alimentos producidos industrialmente, ya sea ganadería, agricultura, piscicultura, etc., y los alimentos producidos de manera biológica, así se determinaría empíricamente cuales son alimentos sanos y cuales no.
Vemos como nuestra vida viene determinada por distintas influencias, ya sean cósmicas, telúricas, factores que podemos medianamente controlar y los derivados de determinados hábitos de vida, que con la información correcta podemos cambiar sin ningún problema.
Tomado: Del blog de Sergio Hernandez Dìaz asesor en geobiologia
Muy, muy interesante el artículo, es otra forma de mirarnos a nosotros mismos, o simplemente la forma en la que deberíamos mirarnos, ya que nuestros pensamientos también modificarán la información de luz de nuestras moléculas, en cuanto a los condicionantes ambientales, telefonía móvil, tóxicos en alimentos, etc., estoy totalmente de acuerdo. Gracias.
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